28, febrero, 2025
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Las niñeces. Bajos nacimientos y para qué?

Desde hace semanas circula un informe sobre la disminución de la natalidad en nuestro país y su impacto en las plantas funcionales educativas, principalmente en las de gestión privada, que ven disminuir sus ingresantes y ganancias. Sin embargo, se analiza poco la pérdida más general de matrícula, tanto en instituciones privadas como estatales, la deserción, las causas estructurales de esta, la situación de la escuela pública y la situación de las niñeces. Solo se indaga sobre la natalidad, aunque parece más bien un análisis al servicio de justificar cierres de años y escuelas. En una sociedad que condena a las niñeces cada vez a más temprana edad (ya se habla de bajar la imputabilidad a 11 años), es preocupante ofrecer menos oportunidades educativas. Menos nacimientos, menos espacios educativos y más condenas para nuestras niñeces, en las que nadie piensa.

Natalidad: ¿Único factor de disminución de matrícula?

La disminución en la cantidad de nacimientos es un fenómeno que acompaña la evolución social, nuestra cultura y nuevas formas de abordar la maternidad desde el feminismo, pero también es un proceso demográfico natural por el que han pasado sociedades más antiguas. Según algunos especialistas, esta realidad es la causa directa de la reducción de la matrícula escolar y afecta la sostenibilidad de las instituciones, principalmente privadas, lo que, según ellos, obliga a repensar el financiamiento del sistema. De esta manera, proponen el cierre de cursos, la pérdida de cargos y el cierre de instituciones completas como salida pragmática.

Si bien es cierto que la matrícula en el nivel inicial sufrió un fuerte golpe durante la pandemia y aún no logra recuperarse, hay que señalar que en este nivel abundan los espacios pagos con rigidez horaria. No existen desde el Estado muchos espacios al servicio de esta franja etaria, y menos con flexibilidad laboral. Por lo tanto, muchas familias deben elegir entre pagar un “jardín” para poder ir a trabajar o dejar a los niños en casa para no sobrecargarse de gastos. El formato del nivel inicial, convertido en una guardería (aunque ahora la provincia lo haga obligatorio), no garantiza la matrícula, especialmente si lo que abundan son lugares de pago. La obligatoriedad como elemento negativo en el marco educativo tampoco es tenida en cuenta. Se insiste de manera lineal solo en el eje de la natalidad para explicar la baja de matrícula.

Afirman que la caída sostenida de la tasa de natalidad en Argentina en las últimas dos décadas ya está generando un impacto significativo en el sistema educativo, disminuyendo fuertemente la matrícula y planteando desafíos económicos para los colegios. La tasa de natalidad pasó de 19 nacimientos por cada 1.000 habitantes en el año 2000 a aproximadamente 11 en 2022. En ese contexto, uno de los niveles más afectados es el inicial, en el que ya se observa una caída considerable en el número de alumnos, aunque también comienza a reflejarse en el nivel primario.

El fenómeno de la disminución de la natalidad es un hecho y es un fenómeno regional, asociado a diversos motivos, pero también es un proceso demográfico natural de las sociedades. Por eso es regional. Europa ha transitado estas cuestiones y ha implementado incentivos y aportes que modifican las condiciones de vida y laborales de los adultos para dinamizar la natalidad. Aquí se resuelve por la vía de achicar los espacios educativos, poniendo además una preocupación mayor sobre los privados y una responsabilidad en los avances feministas sobre el abordaje de la maternidad.

Ni la disminución de la natalidad es el único factor que golpea la matriculación, ni la baja de matrícula se da solo en inicial y primaria, ni esa disminución de ingresantes se resuelve cerrando espacios de acceso a la educación. Los cierres de cursos y escuelas no garantizan las modificaciones necesarias para repensar la educación, y mucho menos para estimular los nacimientos y la credibilidad en la educación.

Obligatoriedad y falta de recursos

Mientras el sector de gestión privada se queja de la baja de matrícula, los diferentes gobiernos han agudizado el terrible estado de la educación. Cada gobierno ha recortado los recursos a la educación pública y ha ampliado el presupuesto de la privada. Paralelamente, han utilizado dos elementos que profundizan los problemas: reformas precarizantes y la búsqueda de responsables y culpables. En esa búsqueda, llegamos, por ejemplo, a la obligatoriedad de la secundaria primero, y ahora, en la provincia de Buenos Aires, también del nivel inicial. El proceso de obligatoriedad de las secundarias fue acompañado por la inauguración de una secundaria en cada primaria, lo que amplió sin duda las opciones de inscripción, pero afectó directamente la matrícula de las secundarias en general. Además, apuntar a la obligatoriedad sin planificación laboral posterior, en una sociedad cada vez más cerrada de oportunidades y con un entramado económico muy complejo, lejos de acercar a los pibes a la escuela, los aleja.

Por supuesto, después está la gran solución: cierre de cursos. Frente al argumento de que “baja la matrícula, hay deserción”, siempre el responsable es el docente, y no las políticas públicas educativas implementadas. Jamás se reflexionó sobre lo que significó en el nivel tener, por distrito, 50 secundarias más. Tampoco se analiza el deterioro del entramado social, de los recursos económicos, la necesidad laboral de los pibes cada vez más chicos, ni la falta de interés “en la escuela” que tienen los adolescentes.

La escuela dejó de ser el lugar que te potencia y te habilita al mercado laboral, porque el mercado laboral ya no existe. Hoy hay una precariedad laboral cuyo acceso no requiere más que manejar una bici. Sin recursos ni posibilidades, la escuela pública ha sido vaciada de todo: de presupuesto, de centralidad, de saberes, de oportunidades, de niñes, y ahora pretenden ir cerrando los espacios que sobran, no sin antes responsabilizar al docente.

En todos los niveles ha bajado la matrícula. En el sector privado, porque, a pesar de los grandes subsidios que el Estado les sigue dando, a las familias les resulta imposible sostener una cuota en la situación actual. Pero en la pública, la matrícula también baja, aunque entren más alumnos que vienen de privadas. Esto está relacionado con el fenómeno antes mencionado: la escuela no atrae, y menos aún vaciada de todo presupuesto. La obligatoriedad de los niveles, sin la solución efectiva y estructural de la situación social y, en especial, de las niñeces y adolescencias, tampoco es solución. Es necesario repensar la educación desde un lugar crítico, y no con parches y reformas anti-pedagógicas. Venimos insistiendo en la necesidad de un Congreso Pedagógico Nacional, que junto a la comunidad pueda discutir todo: contenidos, criterios, formatos, cursos, espacios y presupuesto. Pero también insistimos en una mirada sobre la educación que la reivindique como un derecho, no como un negocio que necesita tantos “clientes por curso para abrir”. Educar es un acto que no se perjudica con un curso con menos alumnos; al contrario, poder trabajar con menos ayuda a mejorar el proceso de aprendizaje.

Basta de excusas para justificar el cierre o la privatización de espacios de educación para nuestros pibes. Que, en definitiva, son cierres de oportunidades reales para ellos. Además de la pérdida de puestos de trabajo.

A los que nacen, los condenan

Habrá bajado la natalidad, pero los niños que nacen no la tienen fácil. Ahora, el Gobierno Nacional busca acelerar el tratamiento y su posterior sanción de la baja en la edad de imputabilidad, a raíz del asesinato de Kim Gómez en La Plata, en manos de dos adolescentes de 14 y 17 años. Por supuesto, lo hace además para usarlo como cortina de humo y no hablar de la criptoestafa, entre otros temas.

Lo de Kim es lamentable, atroz, un delito terrible. Pero ya existen en la provincia de Buenos Aires formas judiciales para las edades de los responsables. Lo que se necesita es celeridad, algo que no hay en esta justicia cada vez más adicta al poder, especialmente si los jueces son nombrados a dedo, como es el caso que pretende el gobierno con Lijo y Mansilla.

Ahora bien, bajar la edad de imputabilidad, que a Bullrich le parece bien a 10 años, muestra en primer lugar el fracaso como sociedad frente a la educación de las niñeces. Una educación que, desde las mismas políticas educativas, se ataca, quitándole todo tipo de presupuesto y cerrando cursos y espacios educativos.

Es como si de todo encontráramos un culpable afuera: de la baja de natalidad, el feminismo; de la baja de matrícula, los docentes; de los delitos, las niñeces. Y así, hay cero registro de responsabilidad gubernamental y cero políticas reales sobre cifras reales.

En primer lugar, se calcula, según lo informó la Corte Suprema de Justicia, que en el primer semestre del 2024 solo hubo 903 denuncias sobre menores de 17 años que cometieron delitos. El 74% son delitos contra la propiedad, y la mayoría son varones. Si comparáramos esta cantidad con los delitos denunciados en general por mayores, veríamos lo insignificante que es la cifra de delitos cometidos por menores. Por lo tanto, usan un argumento doblemente falso: los delitos en su mayoría son cometidos por adultos, no por menores, y además, para el rango de delitos cometidos por menores entre 14 y 17 años, ya existe procesamiento judicial.

Por otro lado, es obvio que la solución a la delincuencia de menores, por más pequeña que sea, no puede ser la condena y la falta de educación. Ningún país desarrollado tiene esta contradicción como política pública. Todo lo contrario, se invierte más en educación y asistencia a las niñeces que en su persecución. El ejemplo de Suecia o Finlandia en políticas para menores es claro.

Las niñeces y las adolescencias de este nuevo tiempo son el resultado de una sociedad individualista y enferma. Necesitamos más escuelas, más aulas, más docentes, más jardines, más lugares para aprender, que cárceles. No hay futuro si mientras cerramos un aula, abrimos una celda. Repensemos prioridades y qué tipo de sociedad queremos y construimos. No a la baja de la imputabilidad, ni al cierre de cursos. Pensar en las niñeces es pensar en más escuela pública, no menos.

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