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Borges por Piglia. Tercera parte

O el retrato de Dorian Gray.

Con esta nota ingresamos a la tercera y última parte de las clases de Piglia sobre Borges en la TV pública en 2013. Estas notas configuran una transcripción e interpretación de sus conceptos en vista a una superación y un mayor desarrollo conceptual. No han sido notas neutrales ni exentas de tendencias subjetivas, pero son una apertura, un estímulo al conocimiento de este escritor símbolo de la gran literatura, sin duda uno de los mayores escritores de la historia literaria mundial. Para llegar a una visión más completa y precisa de su magnífica obra es necesario apelar a textos muy buenos que abundan en el mercado editorial. En las referencias se citarán algunos. En esta parte abordaremos las influencias políticas e ideológicas de Borges, los modos de lectura y las grandes definiciones borgeanas. Finalmente y nuevamente la lógica en Borges. 

La posdata de la posdata. Cómo leer literatura. 

Piglia señala que para Borges “una literatura difiere de otra ulterior o anterior menos por el texto que por la manera en que es leída”, el escritor afirmaba: “si yo supiera cómo van a leer dentro de 50 años sabría cómo va a ser la literatura”. Hay un modo de leer que cambia con el tiempo distinto en 1940 que en 2025 y los lectores colectivos, esa suerte de episteme literario que la sociedad alberga tienen prefigurado el estilo y la configuración de cada escritor/a. Si es de un género u otro se leerá diferente porque el terror a lo H.P. Lovecraft es bien distinto de los horrores de Mariana Enríquez. Un libro de James Joyce lo leo distinto que uno inédito, aunque sean de igual género o temática, por eso los primeros libros de un escritor/a son un problema porque todavía no hay nada construido alrededor de cómo hay que leerlos. Los géneros literarios –dice Borges– dependen menos de los textos que del modo en que estos son leídos, un género literario sería una explicación clara de esa expectativa. Cuando leemos los libros creemos que ya sabemos lo que esperamos o imaginamos que podemos esperar. 

¿Qué implicancia o trascendencia tiene este concepto? Ningún escritor/a podría escribir un libro como en el siglo XIX y si lo hiciera sería absurdo o ridículo. Borges crea un irónico pero aleccionador relato que se llama Pierre Menard. Autor de El Quijote. Según este cuento un tal Pierre Menard, escritor falso, apócrifo, escribió en 1939 El Quijote en inglés y sugiere que luego fue traducido al español. El Quijote de Cervantes es obviado y el chiste resulta claro: si alguien hubiera escrito esta novela en el siglo XX nunca podría haberla escrito como “el manco de Lepanto” simplemente porque la impronta de la época es imposible de reproducir y así como no se puede retroceder en el tiempo tampoco se puede escribir como en el futuro salvo que como Borges escribamos la posdata de Tlön en 1940 como si fuera de 1947 ¡Una genialidad! 

En definitiva, Borges nos enseña que para leer cualquier obra hay que transportarse al tiempo y al contexto de la obra y solo así se puede leer lo esencial e importante que contiene sea Dante, Poe, Proust o Han Kang. 

El “problema” de leer mal 

Hay un uso de los textos donde la cuestión no es la corrección de la lectura sino el efecto productivo que ese tipo de uso es capaz de convocar. El ejemplo más claro es el que el propio Borges da: “Yo leo la filosofía como si fuera una rama de la literatura fantástica”, dice. Seguro no está leyendo bien la filosofía, la está leyendo productivamente o está trabajando con el uso.  Piglia advierte que el presunto error de Borges no es tal. Para leer bien hay que penetrar en el alma de un texto, en el quid y la razón de una materia, pero esto solo sirve a los especialistas. Los lectores de cuentos y novelas no quieren aprender filosofía, ideología, política, religión ni siquiera teoría literaria. Quieren penetrar en la historia que están leyendo y ser sometidos por esta. Con Tlön, Uqbar, Orbis Tertius Borges hace un segundo movimiento que Piglia expone cómo la inversión de la realidad. Si Hegel lo hizo porque era idealista y creía que la realidad solo era reflejo de la Idea Absoluta, Borges lo hace no por convicción ideológica sino por conveniencia narrativa. Inventa un mundo ficticio y le atribuye estatus de realidad. Todos sabemos que es ficción, pero luego Borges advierte que esa ficción está penetrando la realidad. En la falsa posdata de 1947 dice “el mundo será Tlön” con una resignación pavorosa. Es este juego de inversión lo que provoca el asombro de los lectores. Permutar realidad y ficción es tan difícil que si no contamos con un dispositivo muy preciso puede resultar un bodrio abominable. El mal escritor describiría el mundo de la enciclopedia de Tlön con detalles excesivos y muy aburridos. El buen escritor lo enuncia y esa enunciación sin detalles es tan potente que bastan 8 o 10 páginas para crear una maravilla y no 500 como demandaría el otro. 

Borges “inventor” del software.

En 1940 nadie soñaba con Internet ni con la web. Salvo en los sueños febriles de Alan Turing. Sin embargo, Borges con su biblioteca y su técnica de extrema hipertextualidad esbozaba este concepto. En el prólogo de una antología de cuentos de una editorial europea William Gibson –escritor de ciencia ficción de gran talento– escribe: “recuerdo la sensación al mismo tiempo compleja y simple que me produjo la primera lectura de Tlön, ahí por primera vez dice comprendí el concepto de software”. Un mundo programado, con una enciclopedia que es un solo libro que contiene toda la información universal, con una fórmula o procedimiento eficaz ¿qué es eso sino la Web? Como en tantas otras cosas Borges estaba un siglo adelantado. 

Borges, la corrección política y la cancelación.

Piglia dice que “Borges es un hombre de derecha, por lo menos el Borges que conocemos después de los años 50. Yo diría que es el último intelectual de derecha; dice las cosas que la derecha no se anima a decir.”. A la luz de las aberrantes declaraciones de Milei y de los apocalípticos y ultrareaccionarios discursos de Trump y otros líderes internacionales de ultraderecha Borges parece un niño de jardín de infantes. Y probablemente lo sea. Sin embargo –y sin ánimo de contradecir a Piglia– hay una zona bastante difusa del Borges pensador, intelectual y filósofo que contradice de manera flagrante al enunciador de políticas de derecha. Aclaremos que en 1955 cuando Borges es designado por el gobierno militar director de la biblioteca nacional –cargo que ocupó hasta 1973– el rasero que unificaba a toda la derecha era fundamentalmente el antiperonismo y en tal sentido Borges siempre fue un antiperonista nato. No obstante, no hay que confundir esto con la ultraderecha católica, el nazi–fascismo o las políticas xenófobas a las que siempre abominó e incluso combatió con la pluma y la palabra, como Sarmiento. 

Justamente Piglia ofrece la clave para desentrañar esta contradicción y dejar fluir los elementos positivos de ella: “En la Argentina Sarmiento es un problema, es el mejor escritor argentino, es mejor que Borges.” probablemente esto sea un poco exagerado, pero afirma: “Pero ¿qué vamos a decir del libro Facundo? ¿Qué no nos gusta porque no nos gustan las ideas de Sarmiento? Me parece que nos quedaría poca literatura para leer; con esto quiero decir que una cosa son los debates electorales, una cosa son las contradicciones que se dan en el mundo político y otra cosa es cuáles son las contradicciones políticas que se dan en el campo de la cultura. Tenemos que ver cómo actúan esas ideas en su ficción y en sus textos porque sus opiniones valen porque las expresa muy bien pero no valen más que la opinión de cualquier otro”. ¡Correcto! Son las ideas políticas y sus opiniones políticas manifestadas públicamente lo hay que desechar. Porque no expresan lo que sí expresan sus textos y sus obras de ficción maravillosas.

Por eso Piglia afirma correctamente: “El problema de Borges es que la cultura argentina es una cultura de izquierda. La izquierda tiene un peso que no es el peso que tiene electoralmente la izquierda entonces cuesta mucho ser de derecha en la Argentina. Borges es un inconveniente y al mismo tiempo es una posibilidad de discutir verdaderamente esta cuestión; de qué modo vamos a ver las relaciones entre política y literatura en su texto. Tenemos que darle a eso una autonomía. Allí hay una política propia, pero debemos saber cómo la vamos a discutir, porque si no sería fácil preguntarle a la gente qué piensa políticamente, y entonces me gustan sus textos si está de acuerdo conmigo y no me gusta si no está de acuerdo conmigo, que es bastante lo que pasa en la actualidad. (2013)” 

Piglia muestra aquí su talla de pensador autónomo porque recordemos que está hablando en un canal estatal bajo un gobierno peronista–kirchnerista lo que es posible que no le haya resultado simpático a sus autoridades. Y tampoco a las y los miles de militantes que hacen de la literatura nac & pop una profesión de fe. 

Borges era popular por su contenido y aristocrático o reaccionario por su forma. Es como el envase y lo que contiene. Una lata de alimentos puede contener una delicatessen y tener una etiqueta espantosa. Pero no comemos la lata. A ella la tiramos a la basura. Si algo tenía Borges era honestidad y sinceridad. Era irónico y mordaz. Nunca ocultaba sus pensamientos, aunque no le gustaran a la mayoría. Por eso es auténtico y no una careta progresista que esconde un contenido reaccionario y/o contrarrevolucionario. 

El profesor y sus conferencias. 

Borges ha empezado a dar conferencias a partir de 1946 dice Piglia cuando los peronistas lo echan y se queda sin trabajo y entonces ahí se produce algo que es muy importante. Sus enseñanzas orales. Pero como conferencista Borges se convierte en una figura mundial, es uno de los grandes conferencistas contemporáneos; las conferencias de Borges tenían audiencia multitudinaria. Su éxito como conferencista se lo debe al peronismo que lo dejó sin trabajo. Piglia enlaza esta ocurrencia del Borges conferencista con su vida personal y afectiva y también con sus relaciones políticas tan paradójicas como sus laberintos. Dice: “Les recomiendo el libro de Estela Canto Borges a contraluz que es lo mejor que se ha escrito biográfico sobre el escritor. Ella es la mujer a la que le dedicó El Aleph y fue uno de los grandes amores de Borges y era una mujer extraordinaria, bellísima, estaba en Sur (la revista que él dirigía OHRR) y era del Partido Comunista y su hermano Patricio Canto es una figura importantísima de la vida cultural de izquierda argentina, gran traductor y muy amigo de Óscar Masotta. Esta muchacha lo empezó a poner en problemas a Borges como ahí está contado y se ve en las cartas; Estela Canto un día le sugirió que vaya al psicoanalista porque Borges tenía ciertos problemas (de timidez) perdió la timidez y pudo dar conferencias. Creó un estilo de conferencia extraordinario porque parece que estuviera pensando en voz alta con un interlocutor hipotético. Ese estilo que tiene es particular, siempre parece que estuviera hablando con alguien más inteligente que él y eso tuvo un éxito maravilloso.” 

En 1951 consigue un puesto de conferencista en el Colegio Libre de Estudios Superiores que lo convoca y desde ese momento hasta sus últimos años dio célebres conferencias, quizás las más importantes en 1967 y en Nueva York en 1976. No se volvió rico, pero ganó un prestigio internacional como pocos escritores y se transformó en una autoridad de la literatura universal en paralelo con su tarea como director de la Biblioteca Nacional como lo atestigua el libro de Laura Rosato y Germán ÁlvarezBorges libros y lecturas”. En 1952 da su célebre conferencia que forma parte de su antología El escritor argentino y la tradición que muestra otra vez la dialéctica borgeana. Recomiendo ver el artículo en PDI (https://periodismodeizquierda.com/literaturaborgesylaargentinidad/ ) que da cuenta de esta cuestión. 

Quizás en esta conferencia como en otras se expuso de manera directa el conflicto de Borges y su polémica con la tradición y los modos de lectura que operaban en ella. Piglia lo expresa de modo sencillo: “Es decir que la literatura cambia con el tiempo, que la lectura y los usos de la cultura cambian con el tiempo. Acá lo cambió y lo puso en espacio; lo que cambia es la colocación en el espacio y según donde estoy en el espacio estoy leyendo de otra manera: que no tenemos tradición colonial, que tenemos una tradición colonial pobrísima, que no tenemos tradición prehispánica, el único punto que nosotros podríamos considerar ligado a su posición política es que él habla de la tradición occidental”. Borges se remite a la tradición occidental considerada como la cultura europea y su quintaesencia, pero él es más afín –sobre todo en sus años de madurez, de 1955 en adelante– a las literaturas y culturas orientales, a la literatura islámica, judía, india, indochina y japonesa. Su enamoramiento con la literatura inglesa y secundariamente con la alemana y yanqui fue cediendo paso con los años a una cultura más universal, más democrática. Aquí se verifica otra vez el círculo concreto–abstracto–concreto y su espiral ascendente que los marxistas han estudiado con pasión: comienza con la barbarie y los gauchos, asciende a la literatura europea y norteamericana y luego vuelve a ascender a la literatura universal. Un dato más para afirmar que Borges era mucho más dialéctico que lo que muchos escritores dialécticos pretendían ser. 

Finalmente Piglia cierra su ciclo de clases mostrando el verdadero rol transgresor de la ficción: “La literatura no debe reproducir los modos de causalidad que están en la realidad porque son confusos, porque son arbitrarios, sino que la literatura debe construir relaciones de motivación y relación de causalidad de los hechos que obedecen un orden y ese orden es el que se debe respetar en la ficción con lo cual está creando una distinción básica respecto a lo que podríamos llamar la poética del realismo y una poética que luego él llamará lo fantástico, que es una poética del orden y de la construcción de la trama; en eso se parece mucho a que Hitchcock, es un gran constructor de formas. Hitchcock como Borges es un constructor; el problema central de la narrativa es la causalidad y cómo pasan las cosas en la realidad; pasan de un modo confuso y la ficción tiene que tratar de construir un orden y ahí me parece que se entiende su interés en el género policial…Borges esencialmente dice que la ficción no refleja la realidad, postula una realidad. La ficción postula una realidad y no refleja la realidad que es una idea muy importante.”

Concluye su excelente ciclo televisivo con una maravillosa cita del maestro: “la literatura es un arte que sabe profetizar aquel tiempo en que ahora ha enmudecido y encarnizarse con su propia disolución y cortejar su fin”.  

Han pasado 12 años y este programa no ha perdido vigencia. No hemos visto hasta hoy otro sobre Borges de similar calidad en materia cultural. Piglia falleció en 2017. Esperemos que otro gran escritor recoja el guante. 

REFERENCIAS IMPORTANTES PARA LEER A BORGES:

  1. Borges a contraluz. Estela Canto. 1989. Bs As. Emecé. 
  2. Borges, Libros y lecturas. Laura Rosato y Germán Alvarez. 2017. Bs As. Ed. Biblioteca Nacional.
  3. Borges: una biografía literaria. Emir Rodríguez Monegal. México. Fondo de Cultura Económico.
  4. Borges: una vida por James Woodall. 2023. Gedisa. 
  5. Borges: una biografía. Edwin Williamson. 2006. España. Seix Barral. 
  6. Siete conversaciones con Jorge Luis Borges. 2007. Fernando Sorrentino. Bs As. Losada.
  7. Borges, una poética de la lectura. Emir Rodríguez Monegal. 1976. México. Guadarrama.  
  8. Borges y la matemática. Guillermo Martínez. 2012. Bs As. Seix Barral. 
  9. Borges profesor: curso de literatura inglesa en la Universidad de Buenos Aires. Martín Arias y Martín Hadis. 2019. Bs As. Lumen. 
  10. El factor Borges. Alan Pauls. 2006. España. Anagrama. 

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