23, diciembre, 2024
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Los liderazgos políticos en Córdoba atraviesan una fuertecrisis y no hay una salida, al menos en el corto plazo

Como si fuera un caudillo del siglo 19, Luis Juez se paró en el mejor lugar de la casa que habitó con su familia hasta hace unos años, pronunció un discurso en el que habló de sus deseos de ser gobernador y de pedir el apoyo de todo el Frente Cívico. Así, en el lugar en el que se criaron sus hijos unauguró una sede partiaria.

A su manera, Juez es un líder indiscutido que armó un partido absolutamente verticalista y que escucha a muy pero muy poca gente. “Siempre termina haciendo lo que quiere”, dicen con un dejo de fastidio en su entorno, cuyos miembros admiten que rara vez acepta algún consejo vinculado a la política. Es el estilo de liderazgo que lleva adelante Juez y puede gustar o no pero es definitivamente así.

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De momento no tiene sucesores, salvo que decida empoderar a su hijo Martín, quien es concejal de la ciudad de Córdoba y está iniciando su carrera política. Hasta el momento, el senador nacional casi no habla él, salvo en casos muy puntuales.

Un liderazgo contundente y que no da lugar a opiniones ni a debates. Lo que dice Juez se acata, es la ley.

En el peronismo, pasó algo parecido durante el último cuarto de siglo, con el liderazgo compartido entre José Manuel de la Sota y Juan Schiaretti. Muerto De la Sota, ahora aparece el actual titular del Ejecutivo Martín Llaryora como el nuevo compañero de ruta de Schiaretti.

Son liderazgos diferentes, luego del caudillo clásico que encarnaba De la Sota. Tanto Schiaretti como Llaryora tienen otro estilo y el actual gobernador aún no está metido en el corazón de la gente. Hace poco que llegó, aunque tuvo 4 años como intendente de Capital.

Con Schiaretti con más de 70 años, es posible que el heredero sea Llaryora pero para eso deberá sortear con éxito la elección de 2027 y ser reelegido. La cuestión tiene sus bemoles, incluido el hecho que marca que sus victorias en Capital y en la provincia no tuvieron guarismos contundentes como los alguna vez logrados por sus antecesores.

Tanto en el Frente Cívico como en el PJ se avizoran nombres, lo cual no sucede en el radicalismo, partido que tuvo líderes muy fuertes, pero fallecieron los tres: Eduardo Angeloz, Ramón Mestre y Rubén Martí, cada uno con sus particularidades.

Cuando hablaba Angeloz no volaba una mosca en el auditorio y su estilo era entrador y, sobre todo, motivador. Mestre tenía un lenguaje más duro, menos almibarado pero se destacaba por su practicidad y contundencia. También el afiliado lo respetó y admiró. Martí aparecía como el más cercano e informal. Dicharachero, extrovertido y gran contador de historias, era definido como “el más peronista de todos los radicales”.

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Los tres murieron y el radicalismo no supo encontrar a un sucesor. Encorsetados en peleas sin sentido, celos y desconfianzas recíprocas, el partido centenario y sus conductores ocasionales fueron hilvanando derrota tras derrota y abrazándose a los nucleamientos o dirigentes que los pudiera dejar cerca del poder. Juez y Mauricio Macri son dos ejemplos cabales de esto.

Mientras tanto, sus tal vez sobrevaluados dirigentes seguían enfrascados en enfrentamiento absolutamente estériles mientras acumulaban derrotas. Hoy están a la deriva y sólo un triunfo contundente en 2027 con un candidato propio como podría ser Rodrigo de Loredo para encaminar a la UCR.

De todas maneras, la victoria no sólo que no está asegurada sino se hace cada vez más difícil. El otro que se podría poner al frente es Ramón Javier Mestre, pero sus ocho años como intendente lo dejaron mal parado frente a la sociedad.

Como se ve, los liderazgos políticos en Córdoba atraviesan un momento complicado. Quizá, deban pasar algunos años más hasta que aparezca un nuevo “jefe” que haga delirar a su gente.

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