25, julio, 2025
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Entre la polarización y un régimen electoral cada vez más restrictivo y oligárquico

Las elecciones de los últimos años, tanto nacionales como provinciales, vienen mostrando un marcado ausentismo. Las grandes mayorías ya no se sienten representadas por los partidos y coaliciones dominantes, y la bronca por el deterioro en sus condiciones de vida encuentra también esa vía para expresarse.

Tanto a nivel nacional, como en particular para las próximas elecciones legislativas del 7 de septiembre en la Provincia de Buenos Aires, se viene buscando instalar la idea de que hay solo dos opciones posibles para elegir. Esas variantes son no casualmente las que llevaron al país a la actual crítica situación social y económica. Tanto el peronismo como La Libertad Avanza cuentan con sus sistemas de medios privados para imponer esa falsa dicotomía.

Esa polarización que se busca implantar implica disminuir el peso que en la realidad tiene el Frente de Izquierda Unidad, el cual es un actor innegable de la política argentina. Ese intento de exclusión en el discurso mediático se da justamente contra una fuerza que enfrenta tanto en las calles como desde las bancas conquistadas las políticas de ajuste que esos partidos aplican, colaboran en aplicar, o dejan pasar.

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Pero la polarización a través de los medios amigos no es el único mecanismo por donde se abona a la configuración de un régimen político cada vez más restringido y concentrado en las fuerzas más grandes y con respaldo del poder económico. En la Provincia de Buenos Aires, como consecuencia del desdoblamiento electoral por parte de Axel Kicillof se eliminaron en los hechos los espacios de publicidad electoral gratuita. Éstos antes entraban como parte de la propaganda partidaria de las elecciones nacionales (en las que hasta el momento esos espacios siguen existiendo). Solo los partidos que son financiados por las empresas o que utilizan las distintas cajas del Estado pueden acceder a los espacios publicitarios pagos. Fuerzas como el Frente de Izquierda, que no reciben aportes de los empresarios, quedan tambien por esta vía en total desventaja.

A esos mecanismos, se agregan otros que operan también de fondo y se terminan imponeniendo de hecho. La baja participación política de amplias capas de la población, como expresión del descontento con los gobiernos de los grandes partidos, termina beneficiando a esas mismas fuerzas. Esto se debe a que con cantidades bajas de votos emitidos en cada elección, el porcentaje de votos que deben alcanzar las fuerzas más chicas para poder meter legisladores se hace cada vez mayor. Lo cual contribuye también a una mayor oligarquización del régimen político, concentrando la representación política en esas fuerzas políticas tradicionales y más grandes.

Con el mismo espíritu restrictivo, cuando se trata de las elecciones nacionales, como las del 26 octubre de este año, se aplica un proscriptivo piso mínimo del 3% del padrón electoral para poder obtener bancas en el Congreso. Como ese porcentaje es sobre el total del padrón y no sobre los votos emitidos, el número de votos necesarios a alcanzar (dentro de los emitidos) se vuelve mayor. Y más aún en escenarios de alto ausentismo como el actual. Se trata de otra trampa del sistema político para dejar afuera o disminuir la representatividad de las fuerzas más chicas y de izquierda.

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Este tipo de mecanismos y maniobras se dan en el marco del fallo de la Corte Suprema que inhabilitó de forma perpetua Cristina Fernández de Kirchner a ejercer cargos públicos, en una clara intromisión antidemocrática del poder judicial en el escenario electoral.

Tanto Milei, que intentó meter una reforma electoral antidemocrática dentro en la Ley Bases, como el radicalismo, los ex Juntos por el Cambio y el peronismo, se benefician de este tipo maniobras y mecanismos restrictivos. Un régimen a medida de la casta.

En el caso del peronismo, vale recordar que Axel Kicillof al suspender las PASO para las elecciones provinciales replicó el proyecto que Milei hizo aprobar en el Congreso para suspenderlas a nivel nacional en 2025. O la propuesta de Cristina Kirchner, que ante el ausentismo electoral, plantea que se vote cada cuatro años en lugar de cada dos. Es decir una menor participación de la población en las decisiones políticas del país. No busca revertirla, sino institucionalizarla.

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Por todas estas trampas que impone el régimen para que los mismos de siempre se mantengan en el poder profundizando la decadencia del país y la caída en las condiciones de vida de las mayorías, es necesario romper con esa polarización. El combate de la izquierda será con la cancha inclinada, por eso es importante sumarse a dar esa pelea junto a miles de luchadores y luchadoras.

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