Inter Miami nos ha parecido, cada vez que lo vimos, un equipo que perdería contra la mayoría de los de nuestra maltratada liga argentina. La MLS se nos revela un torneo de bastante menor nivel que los que organiza nuestra AFA, incluso con esa generosa multitud de equipos y sus repentinas “flexibilidades” reglamentarias. Y los torneos Concacaf en los que intervienen las Garzas son manifiestamente inferiores a los de Conmebol.
El equipo de Messi terminó ayer su aventura mundialista con una previsible goleada del PSG. La presencia de Leo en el torneo era importantísima para la FIFA, pues lo prestigió y atrae multitudes aunque juegue en un país de escaso ADN futbolero.
Y el Mundial de Leo tenía para nosotros la importancia de que sería una de las medidas a las que el máximo futbolista del mundo se sometería en función de la decisión que nos tiene en vilo: si jugará o no el Mundial 26 con la Scaloneta.
Él no quiere ir como una simple figura testimonial o para agregar algún récord a su carrera recontra llena de récords. Quiere sentirse competitivo, no ir a un torneo en el que sea un objetivo casi imposible llegar a octavos y sea “glorioso” haber llegado hasta esa instancia. Su propia gestualidad en la cancha, en cada acción y cada lance y cada resultado final, exitoso o no, siguen dando la pauta de que su gen competitivo no consentirá conformismos menores.
Con sus obvias carencias, Inter Miami hizo mejor Mundial de Clubes que River y Boca, y llegó más lejos que los dos. Se diría que fue, prácticamente, por obra y gracia de Messi solo.
A la hora de tomar su gran decisión, esperamos que Messi tendrá en cuenta que la elite del fútbol del planeta lo espera, y que, al revés de lo que ocurre con Inter Miami (donde él mejora al equipo, todo lo que puede), con la Selección de Scaloni es un ida y vuelta: él la mejora, y el equipo lo mejora a él.
Donnarumma le ataja un difícil cabezazo abajo (REUTERS / Amanda Perobelli).
Hizo llegar al Inter Miami más lejos de lol imaginado (Foto: Fernando de la Orden / Enviado Especial).
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