No pudo Martín. Y cómo la peleó. Con una entereza, con un optimismo, con una polenta… Pero no pudo. Le ganó varias batallas al cáncer de páncreas, dejando todo en el personal entrevero, día a día, mes a mes. Sin embargo, no aguantó la prolongada guerra. Siguió haciendo su vida, instalado en Polo One, su club en General Rodríguez, yendo al campo a ver los caballos y comentando los partidos por ESPN, una labor que disfrutaba mucho. “No se la voy a hacer fácil al bichito. Se metió con el cuerpo que no tenía que meterse”, le confió a LA NACION, a mediados del año pasado. “Este año me lo como del todo”, respondió, convencido, un mensaje durante las primeras horas de enero. Pero no hubo caso. Martín Garrahan murió este lunes, a los 57 años.
El Chochán, como era conocido en el ambiente del polo, nunca perdió la calma. Siempre fue consciente de su enfermedad y que debía cuidarse constantemente, someterse a controles y a las sesiones de quimio. No temía por su futuro, sentía angustia por el sufrimiento de su familia: “No siento nada de miedo. Sí preocupación por mi entorno: mis padres (Agnes y Alex), mi mujer (Macarena), mis hijos (Matías, el mayor, y Agustina, frutos de un primer matrimonio, y Africa, Lucio y Alma, consecuencia de la unión con Maca), algunos de los de mi segunda tanda son muy chiquitos y eso es lo que más me preocupa. Ahora tengo nietos (3, dos por parte de Agustina y uno de Matías), pero yo en mi vida hice todo lo que pude, di hasta la última gota de sudor. Más de lo que hice no puedo hacer. No me da el tiempo. Entonces, cuando no estás arrepentido de nada… Yo que sé, si hoy me toca irme, la verdad, me daría lástima por mis hijos que son chiquitos, los nietos que me encantaría verlos crecer, pero miedo a la muerte no le tengo”.
Martín Garrahan nació en Villa Cañás, Santa Fe. Arrancó con el polo, junto a su hermano Patricio, en La Espadaña, el club de Lobos, donde vivían. “Después papá nos arrastró a Pilar”, contó. “Yo iba al Champagnat y en mi clase estaban Marcos Heguy y Martín González, hijo de Daniel, y en la de al lado, Pepe Heguy, y eso me empujó hacia el polo. Además, de golpe, Horacio Heguy padre, para mí una eminencia, lo llama a papá, que jugaba en Nueva Escocia, para ver si quería jugar el Abierto con sus hijos, Horacito, Gonzalo y Marcos. Papá acepta y, en el primer año, ganan Palermo contra el famoso equipo de La Espadaña, gracias al golazo de Marcos Heguy. Ahí me agarró un fanatismo por este deporte, que hasta ahí no tenía”.
Su rápido progreso le permitió saltar etapas en la carrera deportiva. “Todo fue muy vertiginoso. Jugué una sola Potrillos, con 14 años, que fue la primera vez que me metí en una cancha normal. En ese momento me tocó jugar tres chukkers a las nueve y media de la mañana, perdí, Mito Goti, pobre, me pegó un tacazo sin querer, y tenía que volverme a Lobos. Una experiencia pésima. Y en el Intercolegial empiezo a mejorar y ya en 5° año, logro entrar en Champa B. Erramos un penal y no llegamos a la final contra un Champa A que era imbatible, con Pepe Heguy, Martín González, Marcos Heguy y Pite Merlos”, detalló.
Más tarde dio un salto grande: ganó dos abiertos juveniles, a los 20 y a los 21 años. Armó una buena caballada y se lanzó a jugar la Cámara de Diputados, torneo que suele foguear a los jóvenes que aspiran a participar en el Argentino Abierto. “Hasta que en el 94, Alfonso Pieres me agarra en Pilarchico y me propone: ‘Che, esta temporada quiero jugar el Abierto con vos, Matías Mac Donough y Rubén Sola’. Nos llamamos Centauros y así jugamos Palermo 94 y 95”, rememoraba Martín.
El guerrero de la vida que llegó a 8 goles de hándicap, volvió a la Cámara tras esa breve experiencia en Palermo. “Es que yo ya era profesional, tenía un arreglo con Brunei y este dependía de mi hándicap. Con más goles, más plata ganaba. Entonces prioricé Brunei y en Argentina no jugaba el Abierto para cuidar el hándicap”. Viajó al continente asiático entre 1995 y 1999. Y cuando se terminó Brunei, el Chochán arrancó nuevamente en la Cámara.
“La ganamos en el año 2000”. Un equipo con Gonchi von Wernich, su hermano, y Mariano González. A la temporada siguiente vuelve a ganarla con Pablito y Matías Mac Donough, y a Matías se le ocurre jugar el Abierto. “Le dijimos que sí, pero necesitábamos 32 goles para entrar directo. Y el pobre Gonchi, que a pesar de haber ganado la Cámara del 99, 2000 y 2001, nunca lo subieron a 8, se quedó afuera. Con todo el dolor del alma tuvimos que cambiarlo por un 8: Juan José Brané”. La suerte no los acompañó en el máximo certamen mundial: “Era de seis equipos, nos tocaron dos partidos nada más, y contra Indios Chapaleufú II y La Dolfina, los finalistas de esa edición. No había equivalencia como hay hoy, donde jugás cuatro partidos y tenés rivales más parecidos a vos.”
La pasión por el polo y por los caballos superó su contracción al estudio: agronomía en la UCA. Quiso profundizar su vínculo con el deporte familiar y se hizo criador, junto a Patricio, o Cucho, como lo llaman, y su padre Alex, campeón del Abierto Argentino. Le fue bien como profesional y armó su propio club, Polo One. Luego lo llamaron para comentar polo en ESPN y en 2024 cumplió 30 haciendo esa labor con Gustavo Sgalla.
“Yo siento pasión por lo que hice y por lo que hago. Y con Sgalla y el Tucán Pereira Iraola -sus compañeros de trabajo- voy a la guerra”, le aseguró a LA NACION hace algunos meses. La idoneidad demostrada, el tono coloquial y sus aportes siempre constructivos, promovieron que la Asociación Argentina de Polo, con absoluta justicia, honrara esa trayectoria. “Para que el polo sea más grande, hay que contar cada una de las historias, como lo hace ESPN durante los partidos. Es por ello que en este caso homenajeamos a uno de los periodistas de polo más importantes del mundo, el querido “Chochán” Martin Garrahan, quien cumple 30 años de su primera transmisión de polo en ESPN”, resumió la entidad madre de este deporte en el comunicado.
Aquel día, el del partido decisivo del Abierto, asistió a Palermo el presidente Javier Milei, fanático de Adolfito Cambiaso. Ubicado en el podio, el crack de Cañuelas, conociendo la debilidad de Milei, se quitó la camiseta, se la regaló y ante la sorpresa general, transpirada y todo, el jefe del poder ejecutivo se la puso encima del traje. En ese momento, Garrahan estaba al frente de la transmisión, narrando la entrega de premios. Y asombrado por la decisión del presidente de colocarse la camiseta, como un hincha más de Adolfito, soltó una frase que rápidamente se viralizó en las redes: “Este flaco es crack… Este flaco es crack. Estoy orgulloso que Javier Milei sea nuestro presidente”.
Tras dar duras e intensas batallas, el viejo gladiador perdió la lanza y dejó caer el escudo. Sin fuerzas y agotado, se entregó. Lo había dado todo. “Tiene unos huevos”, exclamaba siempre Lolo Castagnola, con la simpleza que lo caracteriza. Cada éxito de La Natividad se lo dedicaba al Chochán. Ese reconocimiento, ese sentimiento, ese cariño, despertaba Martín Garrahan en la gente. “Puta, que mala leche que me tocó el tema del cáncer, pero también, gracias al cáncer descubrí todo ese afecto que de otro modo no hubiera descubierto”, contó Martín, a quien el bichito no le tuvo piedad.
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