15, agosto, 2025
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Tiempo de bagres de mar en Villa Paranacito

Desde hace un tiempo se volvió algo común pescar bagres de mar en pleno invierno, algo impensado años atrás. En una temporada donde el pejerrey suele ser amo y señor, estos peces de cuero comenzaron a ganar protagonismo. Sin dudas, algo cambió en el ambiente para que los mimosos —como se los conoce— se sientan cómodos en aguas dulces y puedan cumplir allí su ciclo reproductivo.

Todo comenzó un día de mayo, volviendo de una jornada de pesca de pejerrey por el Paraná Guazú. Vimos levantar un espinel del que colgaban tres o cuatro bagres de mar. Nos acercamos al pescador comercial y nos comentó que hacía días venían picando. Ese fue el único tema de conversación hasta llegar a la guardería en San Fernando.
La pesca del bagre de mar se da exclusivamente de fondo, generalmente en pozones o canaletas profundas con buena correntada. El equipo ideal incluye cañas de 2,10 a 2,50 m, con acción de punta y capacidad para lanzar plomos pesados. Reeles medianos a grandes, ya sean frontales o rotativos, deben cargar al menos 200 m de nylon o multifilamento. Las líneas pueden ser corredizas de un solo anzuelo o fijas, con plomos de 150 a 300 gramos, e incluso más, si la correntada lo exige.
Las carnadas más efectivas son el calamar y la anchoíta, aunque también rinden bien la sardina, el magrú, la anchoa de banco y el pejerrey. Hay dos formas clásicas de pescarlos: hacia adelante, con línea corrediza o fija, dejando la brazolada unos 10 cm por encima del plomo; o hacia atrás, soltando línea contracorriente hasta que el aparejo se ancle solo. En ambos casos, lo fundamental es que la línea trabaje bien apoyada en el fondo. Si flota o se levanta, hay que aumentar el peso del plomo.

Rumbo a Entre Ríos

La idea de ir a buscarlos no tardó en madurar en mi cabeza. Se la comenté a mi amigo Luis Chichi Yañez, que enseguida se sumó. Dudamos entre salir desde alguna guardería del norte o bajar desde Villa Paranacito. La decisión llegó rápido: llamé a David del Valle, reconocido guía de la zona, que ya venía avisando que los bagres estaban firmes en las redes comerciales. Sonó dos o tres veces el teléfono y del otro lado escuché: “¿Cuándo venís, Julito? ¡Se suben por el piolín!”. Ya estaba todo dicho.

Al otro día, bien temprano, salimos de Lomas de Zamora rumbo a Zárate, donde hicimos una parada técnica en La Estación del Pescador. Saludamos a Coco y su familia, que nos proveyeron las mejores carnadas para la jornada. Luego fuimos directo al camping Top Malo, donde David y Juan Melero nos esperaban con el trucker cabinado listo para soportar el frío matinal. Navegamos hacia el sector elegido: el Paraná Bravo, desde Brazo Largo hasta la desembocadura del río Sauce. La zona tiene profundidades de entre 25 y 30 m, y la correntada, por suerte, no era tan intensa. Empezamos con plomadas de entre 180 y 250 g y armamos líneas para pescar hacia adelante. Algunos con aparejos corredizos, otros con líneas fijas.
La primera parada fue cerca de Prefectura. Anclamos, encarnamos –en algunos casos usando filet de pejerrey con tentáculos de calamar– y enseguida tuvimos dos piques. Uno chico y otro que parecía prometer. Pudimos sacar el menor; el grande se fue. Aún así empezaba bien la jornada. Como el pique se cortó, David decidió moverse hasta la desembocadura de El Sauce. Probamos, pero un espinel fondeado que no se veía bien nos complicó, así que volvimos al Bravo y anclamos en otro sector que nos parecía prometedor. No nos equivocamos.
Juan estaba encendido: cada tiro era una captura. Chichi, con línea corrediza, esperaba como un pointer al acecho. David y yo observábamos desde atrás, mate de por medio, disfrutando del día. Cuando la cosa se ponía lenta, levantábamos el plomo y dejábamos caminar la línea para provocar el pique. Los bagres estaban firmes, muy parejos: la mayoría entre 2,5 y 4 kilos, aunque dos o tres pasaban los 8 y costaron lo suyo para arrimarlos a la lancha. Ya cayendo la tarde, el guía propuso probar un último lugar río arriba, sobre uno de los veriles. Otra vez no falló. Cuatro cañas en el agua y, de repente, las cuatro con pique simultáneo. Una locura.

Cambios

El pique se cortó nuevamente y la idea fue cambiar de orilla para anclarnos muy cerca de la costa en una zona donde corría un pozo de unos 20 m de profundidad, pero el ancla quedaría sujeta a unos 5 m de hondura. Levantamos el fondeo y muy despacito cruzamos para arrojarlo nuevamente y seguir con la pesca. Notamos que el fondo era un poco más duro, había menos barro. 
Arrojamos las carnadas y tuvimos que esperar un ratito para lograr el primer pique, y encima fue de variada: un patí, no era lo que buscábamos. Luego de unos minutos nos movimos nuevamente para lograr mayor profunidad y más correntada. No erramos, una vez que las carnadas apoyaron en el fondo se produjeron los piques y todos mimosos de buen tamaño. Parecía que habíamos caído en un sector donde todos los bagres estaban cortados por la misma tijera: ejemplares de 3 a 5 kg… ¡Todos!

También nos dimos cuenta de que encarnando prolijos y no tan abundante, picaban de la misma manera. Aclaramos esto porque muchas veces se suele encarnar con mucho cebo tapando la punta del anzuelo y malogrando algunos piques. Pero, contrariamente a ello, cuando el pique está más espaciado (o debemos tentar a los peces), el encarne bien abundante suele dar buenos resultados. 
Después de haber sacado unos 5 o 6 bagres más, intentamos otra movida estratégica más cercana a la desembocadura del Brazo Largo, pero no resultó: la variada estaba a pleno y no eran nuestras expectativas. 
“No nos vamos a ir así, sin levantar nuestro último bagre de mar”, nos dijo David y regresamos a la zona de una boya verde que no estaba muy lejos de ahí. “Sacamos uno más cada uno y nos vamos”, fue la propuesta del guía. Encarnamos todos con trozos de calamar rematados con un par de tentáculos y líneas al agua. Los piques se fueron dando uno tras otro y eso aumentaba las ganas de seguir pescando, lo cual logramos con creces: obtuvimos dos bagres más por caña y nos volvimos contentos al camping Top Malo, nuestro lugar de partida. 

Todo esto, en pleno invierno, cuando reina el pejerrey y nadie piensa en los mimosos antes de octubre. Algo cambió y la pesca deportiva nos presenta un nuevo desafío. Sólo hay que intentarlo… y disfrutarlo. Como decimos siempre los pescadores: si la pesca está firme, programemos la salida y dejémonos abrazar por la naturaleza. Y si pican, ¡mucho mejor!

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